(Ella buscaba en su armario
porque había perdido la razón)
No me acuerdo muy bien cuántos besos dejamos en cada esquina,
pero imposible olvidarme de aquel cuarto donde aquella noche subió
la adrenalina. Se juntó una religión que era puro corazón
con otra que nunca existió, se juntaron dos camas y no alcanzaban
para tanto fuego, tanta acción, tanto d-e-s-c-o-n-t-r-o-l. Elegimos el colchón más chico y pareció de dos plazas, cuando el colchón terminó bienvenido fue el piso del comedor de su casa. A cada beso caía una estrella, cada arañazo calmaba el dolor.
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