Ella es tres tazas de ternura. Y una pizca de frío polar. Muy frío. La mitad es rareza rara, la otra mitad es muchas mitades. A veces mira como una abuela, y otras se olvida que cumplió años de más. Toma decisiones importantes deshojando margaritas, y piensa un millón de veces lo que en realidad no importa. Se olvida de las cosas a los cinco minutos,
(Pero siempre se acuerda de los detalles que los demás olvidan)
A las cinco de la mañana siempre tiene ideas geniales; (Y a las diez se acumularon en el cajón de las ideas nocturnas.)
Tiene luz rara en la mirada, y el corazón le late a mil por hora. Siente que nació equivocada,
[Que el cielo que la ve caminar no Entiende sus pasos.] A veces ella tampoco los entiende, pero sabe que va por buen camino, sea cual sea el final.
Y cuando tiene ganas de llorar, piensa en eso y se obliga a sonreír.
Si tropieza y cae, se quita el polvo del vestido y camina más rápido. Sabe que nació para estar sola, que es su precio por ser diferente, y ha aprendido a aceptarlo. Así que alza la cabeza, con los ojos bien llenos de su luz, esa que muchos ni ven ni entienden, y teje sus historias al compás de sus pasos, deprisa o despacio, según esté de cansada, pero siempre, siempre, sin detenerse. Porque en la vida, ella solo se tiene a si misma. Y si ella no se salva, nadie lo hará por ella.
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